Abay. Plaza
El núcleo
urbano ha experimentado en los últimos años una importante renovación,
conservándose todo el sabor de la arquitectura tradicional, con numerosos
ejemplos que refuerzan la sensación de armonía y respeto por los modos y formas
de construcción popular. La
localidad es una pedanía del Ayuntamiento de Jaca situada A
775 metros de altitud entre los ríos Aragón y Lubierre.
San Andrés de Abay
La existencia de Abay está atestiguada desde el año 1030. Se
conocen nombres de “seniores” (Atón, Blasco Jiménez, García Blasco) que,
durante el siglo XI, detentaron en tenencia el lugar, propiedad del rey
de Aragón. El conde Sancho Galíndez, señor de Atarés, tuvo propiedades en Abay,
que donó a Santa María de Iguácel y al monasterio de San Juan de la Peña en sus
testamentos de 1063 y 1080.
Ábside de la parroquial
La iglesia de Abay no fue donada por Ramiro I a la catedral de Jaca en 1063. El
documento que lo acredita es una falsificación del siglo XII realizada con el
fin de legitimar los derechos del obispado de Jaca. A finales del siglo XII,
Abay dependía del obispado de Huesca-Jaca y desde entonces el deán de la
catedral jacetana fue rector titular de su iglesia parroquial. En 1830 el lugar
consta todavía como de señorío eclesiástico.
Entrada al recinto de la Iglesia
La iglesia de San Andrés es otro de sus grandes
valores monumentales. Fue declarada Bien de Interés Cultural en 2001. El edificio actual responde a varias etapas constructivas.
Su origen es románico (s. XI), aunque en el siglo XVI (1575) sufrió una
importante intervención que modificó su aspecto original, ampliándose a tres
naves con un nuevo acceso.
Ermita de la Asunción de Abay. Aljibe en primer término
En el interior del casco urbano también destaca la ermita de la Asunción, levantada en el siglo XII (románico) y reconstruida en el siglo XVIII. Edificio de grandes dimensiones, en su interior se conservan lienzos de Bayeu, autor también de los que adornan el coro de la catedral de Jaca, y una talla románica de la virgen.
Pórtico de la Ermita
Celebra sus fiestas patronales el 30 de noviembre,
en honor de San Andrés, y el 15 de agosto la festividad de la Asunción. Muy
típica es la hoguera de San Sebastián, el 20 de enero, y fue antigua costumbre
“esconjurar” las tormentas con el tañido de campanas y colocando en las
ventanas la vela del Jueves Santo o un ramo de olivo.
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